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Editorial: DC Comics
Guión: Dan Abnett
Artista: Oscar Jiménez
Portada de: Drew Hannessy & Brad Walker
Nuestro planeta es en esencia agua. Dos terceras partes de la superficie están cubiertas con el líquido elemental, mientras que el resto queda salpicado de pegotes de tierra. Un planeta azul lleno de vida escondida bajo la superficie y que en el Universo DC alberga no solo un rico ecosistema de animales y plantas, sino además toda otra raza humanoide del reino de Atlantis. Si reducimos mucho, esto no es sino un nuevo escenario geopolítico generador de tensiones, tanto en la superficie como bajo ella, capaz de precipitar a la humanidad al completo a un conflicto del que nadie puede salir beneficiado.
Y en medio de este conflicto está Aquaman.
Aquaman es un personaje donde la faceta dual está muy acentuada. No hablamos de tener una identidad secreta, sino de algo mucho más complejo y elaborado. Aquaman, Arthur Curry, es un héroe que lucha por lo que cree correcto en la superficie pero también es un monarca, el líder de todo un pueblo orgulloso de sí mismo. Esto es de vital importancia dado que el mismo es también fruto de la unión de un hombre y una atlante, lo que le confiere aun mayor énfasis a esa dualidad entre rey y héroe, atlante y humano, llegando incluso a poder hablar de una personalidad bipolar que hace que Aquaman sea un personaje tan interesante.
Dan Abnett continúa la estela que Johns dejó en la serie y se marca un número donde pone especial cuidado en reiterarnos el conflicto que hay a nivel interno en Atlantis, el peso que tiene la corona en Arthur y su faceta de héroe. Abnett quiere dejarnos claro que ser Aquaman no es algo fácil, que su vida dista mucho de ser como la de otros héroes y las responsabilidades de Arthur son enormes. Su misión ya no es solo ser un héroe o un rey, su verdadera misión es ser un embajador, alguien capaz de inspirar tanto a humanos como atlantes para llegar a hacer desaparecer las tensiones que hay entre las dos razas. Y todo ello sin pertenecer a ninguna de las dos. Aquaman es un eslabón de una cadena que pugna por tirar en direcciones opuestas, siendo esa sensación la que se transmite en este número a cada página que se lee.
Pero también hay momentos para recuperar algo que le sentó muy bien al personaje cuando estuvo bajo la tutela de Johns, reírse de sí mismo y de sus propias habilidades. Abnett desarrolla de nuevo un afilado humor entorno a la capacidad para poder “hablar” con los peces de Aquaman, logrando dulcificar la trama. Algo tan necesario como brillante.
Por último, se analiza otra faceta del personaje muy relevante, inédita en casi todos los demás héroes, que es que su mujer Mera no es solo su reina y esposa, sino también un faro fuerte, independiente y muy capaz de llevar por si misma las riendas de su vida. Mera se aleja por completo del recurso de dama en apuros para ser ella misma tan capaz de hacer heroicidades como su propio marido. La relación que hay entre ellos es compleja, íntima y destila confianza, no pudiendo concebirse ya aAquaman sin Mera y a Mera sin Aquaman.
Este número deja claro todos estos aspectos, siendo de nuevo un puente hacia la nueva colección, que permite conocer en profundidad al personaje y dejar colocadas las piezas para la que va a ser la siguiente trama. Quien espere encontrar algo más se decepcionará, pero aquel que vea estos números como lo que son tiene asegurada una buena experiencia.
En el tema gráfico nos encontramos una sorpresa cuando se miran los créditos y se ve el nombre de Oscar Jiménez. Para los lectores veteranos el nombre les sonará mucho ya que llegó a DC en la serie de Flash, en la época de Mark Waid, siendo su número 101 en el que se convertía en el dibujante regular de la colección. Alegra poder ver de nuevo a este excelente dibujante, mucho más evolucionado que lo que pudimos ver en Flash, con un nivel de detalle enorme, alejado de ese estilo mucho más ligero para centrarse en la espectacularidad… Oscar Jiménez no dibuja este cómic en su totalidad, sino tan solo unas páginas, las primeras y las últimas, dejando el trabajo a Scot Eaton que con un estilo mucho más común se hace con el control de la historia en detrimento de Oscar Jiménez. El trabajo de Eaton cumple adecuadamente, pero sin destacar, dejando el apartado gráfico a un nivel más que correcto.
Muchos pueden ver en este número una historia simplona, que no se toma en serio al personaje, pero sinceramente es precisamente su manera de verse a sí mismo la que aporta sentido al conjunto. Es cierto que se percibe en los textos cierto matiz cursi, incluso reiterativo, pero sin que ello lastre una historia puente donde se nos cuenta más de lo que parece.
Larga vida al Rey de los Siete Mares.
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